Este octubre no habrá zafra pese a que el 1ero de dicho mes se celebrará, por primera vez, el Día Nacional del Cacao Venezolano. La falta de acompañamiento técnico, económico y humano al productor de cacao ha mantenido invariable la cosecha nacional durante los últimos 20 años, en torno a las 17.000 toneladas. Los expertos lo afirman sin ambages: mientras el productor sea el último eslabón de la cadena en términos de apoyo y beneficios, el incremento de la producción seguirá siendo una meta irrealizable
Por Gitanjali Wolfermann @GitiW
Una a una, cada mazorca madura se tumba del árbol; luego, machete en mano, una a una debe ser abierta para extraer las semillas del fruto; el proceso se repite a lo largo y ancho de varias hectáreas. El trabajo es intensivo y, al menos por ahora, sus características lo hacen poco industrializable por lo que depende en gran medida del esfuerzo de una mano de obra capacitada y motivada. La profunda tradición cacaotera de muchas familias favorece lo primero, pero razones puntuales juegan en detrimento de lo segundo, al punto de que 40% de las unidades productivas están abandonadas.
Desde hace meses, la Fundación Nuestra Tierra –dedicada a promover la cultura cacaotera nacional-, ha encabezado una campaña de concienciación que gira alrededor de una frase: “Sin cacao no hay chocolate”. Más que un lema publicitario, la premisa aborda la consecuencia más dramática del descuido de la producción de cacao nacional: la segunda zafra del año, que normalmente se lleva a cabo en octubre, no se realizará sino hasta enero o febrero de 2016.
La causa principal, explica Humberto Estaba, activista de la Fundación, es el retraso de las lluvias ocurrido este año; no obstante, señala que las imprevisibles irregularidades climáticas pudieron subsanarse con la implementación de sistemas de riego permanente. “Las plantaciones que sí contaron con riego ininterrumpido no se verán afectadas, pero son pocas en comparación con las que sí sufrirán el retraso de la cosecha. En las costas de Aragua la producción ha mermado mucho por falta de riego; una solución es habilitar pozos profundos, lo que implica una inversión cuantiosa”.
Inversión que no se ha hecho, pese a que desde abril de 2011 el cacao es un rubro estratégico para la alimentación de los venezolanos, según consta en la Gaceta Oficial Nro. 39.655. El productor agrícola sabe que el campo no florece a punta de decretos si estos no están respaldados con políticas y planes de desarrollo consecuentes.
La falta de seguimiento a los proyectos para desarrollar la industria cacaotera es justamente la raíz del problema, apunta el economista Javier Campo, quien en 2005 realizó una investigación titulada “Venezuela se olvida del cacao”. En ella, Campo llegó a una conclusión lapidaria: Venezuela parece no conceder excesiva importancia a este rubro, o al menos no la necesaria. Señala que la negligencia, lejos de ser algo nuevo, es una realidad inalterada desde hace medio siglo.
“Venezuela ha dado prioridad al sector de los hidrocarburos. En el caso del cacao venezolano, y en general de muchos rubros agrarios, hay una carencia de política agrícola para el cultivo, una falta de asistencia técnica, un sistema de financiación poco efectivo y una ausencia de política de calidad del producto. ¿Cuáles son las consecuencias de todo esto? Escasez de mano de obra para el cultivo, existencia de plantaciones viejas con presencia frecuente de enfermedades, insuficiente rentabilidad del cultivo, y paralización de la investigación agronómica”, destaca la investigación.
El activista de la Fundación Nuestra Tierra lo confirma: tras una década la situación no ha variado significativamente. Ofrece además una comparación impactante: los hermanos del Perú pasaron de una producción anual de 17.000 toneladas en 1990 a casi 77.000 en 2014. Estimaciones del Ministerio de Agricultura y Riego peruano señalan que unas 45.000 familias dependen de manera directa de la producción de cacao y al menos 225.000 personas se benefician de manera indirecta; 90% de la producción se destina a la exportación generando ingresos a esa nación por más de 145 millones de dólares.
El auge cuantitativo y cualitativo del cacao peruano no fue casual, sino “resultado de la colaboración de diversos organismos de desarrollo internacional e instituciones públicas, que trabajaron concertadamente durante años para dinamizar el sector cacaotero peruano, respetando al principal protagonista de esta cadena: el productor”, destaca la ONG francesa Agrónomos y Veterinarios sin Fronteras, impulsora desde 2005 del proyecto bandera Procacao, cuyo objetivo fue “el desarrollo integral de la cadena productiva del cacao y el empoderamiento de los pequeños productores a través de organizaciones campesinas con capacidad de lograr políticas públicas a favor del sector”.
Sin acompañamiento no hay incremento
El que tengamos el mejor cacao fino de aroma del mundo es tan fortuito como el hecho de que nuestro subsuelo albergue las mayores reservas petroleras del planeta; pero quien confía su éxito a la suerte, sabe que solo tiene 50% de chance de obtenerlo.
Las cifras indican que la suerte no ha estado de nuestro lado: “Venezuela no alcanza el 1% de la producción mundial, pero si atendemos únicamente a la producción de cacaos finos, la cuota de mercado se sitúa en torno al 8,5%. El descenso de la producción no sorprende si tenemos en cuenta que la superficie total cultivada se ha visto reducida en un 21% desde 1961, y que tiene uno de los peores rendimientos por hectárea cultivada del mundo, con un promedio de 292 kilos; con el método y la técnica apropiada se puede alcanzar sin mayor dificultad un rendimiento de 600-800 Kg/Ha”, sostiene Campo en su investigación.
Partiendo de la experiencia de Perú, la clave del éxito parece estar en el empoderamiento del productor. Ruth Suárez, jefe de prensa de la Fundación Nuestra Tierra, perfila la estrategia detrás de la campaña de la organización: “Nuestro trabajo busca fortalecer a los productores, que es el eslabón más débil de la cadena; competir con ventaja e incrementar la producción requiere que se unan como un solo grupo y obtengan el debido acompañamiento”.
Dicho acompañamiento, detalla Estaba, debe enfocarse en tres aristas: apoyo técnico, económico y humano. “Nosotros producimos actualmente alrededor de 200 kilos por hectárea; para llegar a un mayor nivel de eficiencia se necesita el apoyo del Estado y de la empresa privada, a fin de enseñarle al productor cómo incorporar buenas prácticas agrícolas”.
La experiencia de Arturo Somana, productor de Cacao Macuare (Cúpira, estado Miranda), confirma que el acompañamiento técnico es fundamental. “Hemos tenido el privilegio de contar con personas con una gran responsabilidad y compromiso; de ellas hemos recibido lo más valioso: la transferencia de saberes; actualmente estamos formando a 25 personas en el Instituto Nacional de Investigación Agrícola”.
El apoyo ha dado frutos y Somana no duda en compartirlos: “Tenemos un cacao ancestral tipo criollo, con un olor y sabor característico que únicamente se da en la región de Cúpira. Nosotros comenzamos nuestra marca colectiva en 2011 y hoy Cacao Macuare es uno de los seleccionados para asistir al Salón del Chocolate de París”.
Admite, eso sí, que no ha sido fácil: “No hemos recibido ni una máquina, ni un bolívar. Nosotros no queremos sumarnos a los grupos que lo que quieren es sacarle dinero al Estado a través de proyectos muy bonitos pero inviables; no es que nos den el pescado, sino que nos enseñen a pescar”. Un vistazo a la experiencia de las cooperativas revela que tales grupos abundan. “Hace 4 años empezaron a dar créditos a unos productores en Yaracuy, pero ellos no sabían las técnicas para realizar la cosecha; no se les educó y ese esfuerzo se perdió”, acota Estaba.
A la asesoría técnica debe sumarse el factor económico. “Si el eslabón más importante es el productor, es él quien debería percibir los mayores beneficios, pero en nuestro caso el beneficio lo obtiene quien vende el cacao en el exterior porque compra en bolívares y vende en divisas. ¿Por qué los jóvenes abandonan las unidades productivas? Porque no les interesa quedarse en el campo cultivando ya que el productor es quien menos se beneficia a nivel económico en la cadena de producción”, argumenta Estaba.
El desfase entre el precio oficial vigente del kilo de cacao -25 Bs desde 2012-, y el valor real en el mercado no ha hecho sino incrementarse. “Hasta hace un par de meses estaba en 370 Bs el kilo, pero la postergación de la zafra para el próximo año trajo como consecuencia inmediata el aumento a 1500 Bs. En estos momentos no se está vendiendo cacao en las unidades productivas porque no hay. La existencia actual es de aquellos productores que tuvieron la capacidad de almacenar parte de la cosecha anterior”, afirma el activista.
El cuadro desmotivador lo completa el drama humano que enfrentan los productores. Basta tomar como ejemplo un reportaje de la periodista Vanessa Moreno, publicado en el portal Contrapunto, en el cual describió el contexto de violencia que rodea a los agricultores de la zona de Barlovento, una realidad que incluye robos, asaltos, extorsiones, secuestros y homicidios. Destaca que 40% de los agricultores de la región mirandina son afectados por el hampa.
Los 5 pasos para reactivar la industria
El primero es de orden cultural: aprender a valorar el cacao artesanal. “Hay que educar el paladar; para el venezolano, todo lo que sea marrón y huela a chocolate es chocolate; no está acostumbrado al verdadero sabor. Necesitamos fortalecer el sentido de pertenencia y eso va de la mano con el aumento de la calidad. Es cierto que tenemos el mejor cacao, no así el mejor chocolate. El hecho de que un producto sea artesanal no tiene por qué significar una disminución de la calidad, eso es una mediocridad. El productor tiene que estar orgulloso de su producción”, declara Janet Gutiérrez, productora y presidenta de la Asociación de Productores y Procesadores Artesanales de Cacao del estado Aragua.
La investigación del economista Javier Campo enumera los cuatro pasos restantes, que son de carácter técnico y estratégico: aumentar la inversión destinada a la investigación a fin de mantenernos al día con la evolución tecnológica; tercero, incrementar los recursos financieros para obtener insumos como pesticidas y fertilizantes que preserven la salud de las plantaciones; cuarto, revisar el régimen de comercialización que regula la exportación, de modo que favorezca directamente a los agricultores; y finalmente, modernizar la red de transporte y la infraestructura para llevar los productos al mercado.
Además del atractivo de la ganancia monetaria, Campo aduce otra razón para rescatar la producción cacaotera: “Este cultivo es parte de la identidad nacional venezolana, y lo es desde hace más de trescientos años. Por su especificidad y por su tradición, se trata de un producto típico del país que lo convierte en un patrimonio irremplazable”. Degustar un trocito de chocolate artesanal venezolano es saber que el esfuerzo bien vale la pena.