La incidencia de Influenza AH1N1 parece indicar que falló la más elemental prevención. Los casos de dengue han aumentado 66% y los de malaria en 96,2%. Los datos indican que se debería plantear un estado de alerta epidemiológica
Gitanjali Wolfermann @GitiW
Curarse en salud es la frase que comúnmente se usa para referirse a la necesidad de prevenir una eventualidad, y de acuerdo al Reglamento Sanitario Internacional publicado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2005, la prevención es en efecto la fase clave que determina la efectividad del sistema sanitario. Sin embargo, a juicio de varios expertos, esta es también la etapa en la que recurrentemente falla la vigilancia epidemiológica nacional, pues las políticas de salud estarían más orientadas hacia la aplicación de medidas correctivas que hacia las acciones preventivas.
Mariano Fernández, epidemiólogo adscrito a la Escuela de Salud Pública de la Universidad Central de Venezuela, describe así el ciclo que caracteriza nuestro sistema sanitario: surge el brote y se reacciona para contenerlo pero al descender los casos, disminuye también la vigilancia y se relaja la aplicación de los planes de prevención. En consecuencia, se produce nuevamente un pico en las incidencias y el ciclo comienza de nuevo.
El actual brote epidémico de Influenza AH1N1 pareciera responder a tal círculo vicioso. La pandemia declarada por la OMS en el 2009 dejó el número oficial de casos positivos en 2663. El año siguiente tras las jornadas de vacunación, se reportaron menos de 100 casos a nivel nacional. Sin embargo, en marzo de 2011, la Red de Sociedades Científicas Médicas de Venezuela alertó sobre el repunte de la enfermedad, señalando que “la ausencia de una campaña de vacunación efectiva en 2010 permitió que una gran cantidad de personas permanecieran susceptibles”.
En efecto, de acuerdo al Boletín Epidemiológico de la semana 52 del Ministerio del Poder Popular para la Salud (MPPS), el 2011 cerró con 2290 casos. En consecuencia ese año se aplicaron alrededor de 4.000.000 de vacunas, por lo que en 2012 solo se reportaron oficialmente 14 casos de Influenza AH1N1 y 22 de AH3N2.
Al cierre de esta nota, el más reciente boletín del MPPS reportó 2322 casos positivos de AH1N1. Ante estas cifras, José Félix Oletta, médico internista y exministro de Sanidad, asegura que todo apunta a que en el 2012 “no se cumplió con el esquema de vacunación en el tiempo estipulado y en la cantidad suficiente para proteger a los más susceptibles, que es la población que por sus características es más sensible a la enfermedad. Generalmente son niños, adultos con enfermedades crónicas, mujeres embarazadas, adultos mayores y personal de salud”.
Tomando como referencia las cifras de Instituto Nacional de Estadística, esta población abarcaría aproximadamente 10.000.000 de personas, de las cuales, según un comunicado de la Vicepresidencia de la República publicado en mayo de este año, se habría vacunado a cerca de 3.000.000.
La directora de la Escuela de Salud Pública de la UCV, Ligia Sequera, señala que si bien la disponibilidad de las vacunas es vital, se requiere que la población comprenda la importancia de las inmunizaciones. “El Estado puede proveer las vacunas, pero al final, es la población quien decide si vacunarse o no, de allí que haya que trabajar para fomentar una cultura de salud pública, es que la cultura de la prevención”, afirmó.
Según la Organización Mundial de la Salud, la vacunación es la medida de prevención más efectiva para el control de enfermedades epidémicas recurrentes.
Sin vector no hay enfermedad
La temporada de lluvias apenas comienza y la cifra oficial de los casos de dengue para la semana epidemiológica 26 es de 23579, lo que representa un incremento de 66 % con respecto al mismo período del 2012. En términos de la vigilancia epidemiológica estas cifras colocan al dengue en situación de alerta, ya que históricamente el repunte en los casos se ha dado a partir de la semana 35, es decir, finales de agosto.

Fernández señala que por tratarse de una enfermedad endémica cíclica, la constancia en la aplicación de las acciones de saneamiento ambiental es el criterio determinante para prevenir y contener el dengue. Estas medidas incluyen la identificación y eliminación de criaderos del mosquito, la abatización y el seguimiento a los programas de fumigación espacial y focal. Aunque estas acciones son competencia del Estado –tanto a nivel nacional como municipal-, Sequera asegura que la participación de la comunidad en el mantenimiento de un ambiente saludable es esencial en la erradicación del vector.
El incremento de 96,2 % en la incidencia de malaria también destaca del boletín más reciente del MPPS, el cual reporta 42.500 casos frente a los 21.659 del mismo período de 2012. Aunque Oletta hace notar que en Venezuela existen zonas endémicas de malaria como es el caso del estado Bolívar, que en efecto representa 96,1 % de los casos registrados este año, hay factores que han contribuido al repunte de la enfermedad. “Ha crecido la población expuesta al vector como consecuencia de actividades de minería y tala ilegal. La prevención por parte de las autoridades ha fallado al relajar las medidas de control para el acceso a estas áreas”, afirmó.
“La promoción de la salud es un concepto clave en las estrategias de las políticas sanitarias, ya que va más allá de acciones de divulgación de información: implica darle a la comunidad las herramientas para que se conserve saludable, mediante jornadas de vacunación y saneamiento ambiental, pero también la educación para fomentar la responsabilidad de la sociedad sobre su salud”, explica Sequera.
La comunicación es también una estrategia de prevención
La OMS publicó en el 2005 una guía para la comunicación en casos de brotes epidémicos. Los lineamientos se resumen en 5 tácticas. La primera es la generación de confianza en la población. La segunda es la comunicación temprana de los datos disponibles, tanto para generar tranquilidad en la sociedad como para alertar a tiempo a todos los niveles de salud sobre las acciones a tomar.
En tercer lugar está la transparencia en los datos oficiales ya que esta información será el mecanismo de contraste, especialmente para los medios de comunicación, ante el exceso de información no confirmada. En cuarto lugar insta a reconocer el interés del público y su derecho a recibir información sobre situaciones que puedan afectar negativamente su salud. Finalmente, aconseja que los involucrados en la comunicación se ciñan al plan diseñado, a fin de reducir ruidos o contradicciones.
“Mi experiencia me permite afirmar que la regla de oro frente a la comunicación de una epidemia es la decir la verdad. Si hay algo peor que las enfermedades es el miedo ante la incertidumbre, producto del silencio oficial. Las epidemias no son de los ministros, sino del país”, advierte Oletta, quien añade que la única forma de romper con el ciclo nocivo del sistema de salud nacional es aprendiendo de los errores cometidos. “No podemos comenzar cada año olvidando las lecciones de los años anteriores”, sentenció.