Tanto en la vida cotidiana como en el plano laboral, las exigencias se suceden sin tregua y la competencia no da cuartel. La presión por ser el mejor –incluso la obligación de ser feliz y manifestarlo regularmente a través de las redes sociales-, ha devenido en el auge del coaching como estrategia para liberar el potencial. A nivel global, la figura del coach es cada vez más solicitada, pero al ser una práctica exenta de regulaciones académicas y legales, su intervención entraña riesgos que todo coachee debe conocer
Gitanjali Wolfermann @GitiW
A quién no le dijeron, durante los años de su más tierna infancia: «Si vas a ser barrendero, sé el mejor barrendero que puedas ser». No lo dude: la advertencia contra la mediocridad que antaño recibimos de abuelos y padres es ahora una exigencia personal y profesional en toda regla, máxime cuando tenemos a disposición los recursos para alcanzar –o al menos procurar-, la ansiada excelencia.
Una búsqueda en Amazon le devolverá 84.186 títulos bajo el rótulo de coaching, algunos escritos por eminentes gurús en la materia y otros por perfectos desconocidos, ofreciéndole los siete hábitos, las nueve elecciones, los diez secretos, las quince reglas básicas y los catorce mil pensamientos… para desbloquear todo su potencial y descubrir el verdadero propósito de su vida. Cero excusas.
Por si fuera poco, la lucha contra la mediocridad cuenta ahora con un nuevo aliado: el coach. Ese servidor se desempeña, grosso modo, en dos áreas: la personal y la profesional. He aquí un dato interesante: de acuerdo con proyecciones del Departamento de Empleo de los Estados Unidos, el coaching se posiciona dentro del sector económico que más empleos creará entre 2010-2020. La razón: en un mundo que se torna cada vez más complejo, personas y empresas buscan la guía de un coach para entender cuál es la mejor manera de actuar, concluye un estudio publicado en el Harvard Business Review.
¿Qué es el coaching exactamente? En la página del International Coach Federation (ICF) se define como un proceso de acompañamiento individualizado, en el cual el coachee [cliente] libera su talento a través de la detección de sus puntos fuertes y sus oportunidades de mejora, y la elaboración y seguimiento de un plan de acción concreto.
En la actualidad, solo en Norteamérica se estima que hay 40.000 coaches de vida, señala un informe de Marketdata Enterprises. Según el ICF, entidad con 20 años de trayectoria, cada día se afilian a la organización más de 500 miembros provenientes de todo el mundo, para un total que sobrepasa los 20.000 agremiados. Buscar una acreditación internacional responde a que en la práctica, cualquiera que desee dedicarse al coaching puede hacerlo sin impedimento legal. Los cursos para adquirir las herramientas metodológicas del coaching son ofrecidos en Internet en las más diversas y académicamente cuestionables instituciones, cuyos requerimientos van desde unos pocos días hasta varios meses.
Como era de esperarse, universidades e instituciones de reconocido prestigio están incluyendo el coaching en sus programas de especialización y diplomado, los cuales certifican que el egresado no solo maneja técnicas como Inteligencia Emocional y Programación Neurolingüística, sino que además entiende cuáles son los límites y responsabilidades éticas que entraña el ejercicio del coaching. Tras el acelerado crecimiento, la estandarización en la formación de los coaches es el reto más urgente en aras de dotarla de dos valores: sostenibilidad y credibilidad, ya que en la actualidad, los resultados varían enormemente en función de la calidad del coach, apunta el estudio del HBR.

Coaching profesional = ROI de hasta 6 veces el costo
Con ejecutivos cada vez más jóvenes, la necesidad de un coach que guíe el aprendizaje y la capacitación para la toma de decisiones seguirá en aumento. La presión por obtener mejores resultados económicos hará el resto: una investigación del Manchester Consulting Group realizada a 100 altos ejecutivos de Fortune estimó que como resultado del coaching, el retorno de inversión había superado hasta seis veces el monto invertido en la capacitación. Aunque abundan los estudios que confirman esta correlación y confieren cierta legitimidad al coaching, el estudio del HBR estima que la variante profesional no está exenta de riesgos, entre ellos, conflicto de intereses, líneas borrosas entre el acompañamiento profesional y el personal, además de dudosos mecanismos para medir la efectividad del proceso.
El HRB destaca que a la hora de seleccionar un coach en el campo profesional, la experiencia y la claridad de su metodología son los indicadores más relevantes. Le sigue la calidad de su lista de clientes. Entre los riesgos, identificaron que debido a que el coach tiene un incentivo económico, este podría optar por obviar las señales que indiquen que su coachee desarrolló dependencia hacia el coach; o incluso que el coach busque constantemente expandir las “áreas de desarrollo” para alargar el proceso. Otro dato levanta una alarma ética: “En 97% de los casos estudiados, al momento de la contratación no se definieron objetivos de carácter personal, sin embargo, al concluir el proceso de coaching, 76% de los coaches confirmaron haber ayudado a sus coachees con objetivos de esta índole”.
A juicio de Alejandro Peñaloza –fundador y director de The CTA Partners, empresa dedicada desde 2010 al coaching de ventas y corporativo-, el auge y relevancia del coaching a nivel profesional tiene una explicación: “Es cierto que hoy por hoy se puede aprender casi cualquier cosa por Internet, el problema es que aplicar esos conocimientos requiere de mayor atención, ahí entra la estructura metodológica del coach”.
Peñaloza, con más 10 años de experiencia en el área de coaching de ventas corporativas, señala que hasta ahora los gerentes de ventas han estado enfocados hacia los resultados, descuidando cómo su equipo logra esos números. “¿Para qué hace falta un coach? Para dar estructura al proceso. Las ventas, sobre todo en el mundo tecnológico, son cada vez más complejas. Un vendedor tiene que convencer hasta siete personas involucradas en el proceso de compra. Lo que he descubierto es que la diferencia no reside en los productos, sino en el vendedor: la gente le compra a la persona en quien confía. Por eso las habilidades más requeridas son la escucha activa y la capacidad analítica”.
El fenómeno del acompañamiento, asegura Peñaloza, le está ganando terreno a la consultoría. “Nos hemos dado cuenta de que muchas empresas medianas de la región han crecido en un período muy corto y de manera desordenada, sin estructura. Las organizaciones están buscando ayuda para mejorar sus procesos neurálgicos. La diferencia entre la consultoría y el coaching está en que las empresas no le dedicaban tiempo y recursos a aprender, el consultor iba, evaluaba y dada la solución. El coach viene a enseñar; es un proceso proactivo, ese involucramiento es lo que compromete al cliente. En el área de ventas hemos tenido empresas que al cabo de 3 meses ven los cambios”.
“En Chile escuché una vez que tú levantabas una piedra y salía un coach”, cuenta Peñaloza. En el área profesional, son muchos los jóvenes recién graduados que ven en el coaching una vía fácil para ingresar en el mercado laboral. “Desde mi perspectiva, creo que la experiencia cuenta mucho; no puede ser coach de ventas alguien que jamás ha sido vendedor. Muchos piensan que ser coach es fácil porque hay certificaciones que se obtienen en una semana… en serio, en siete días… lo que no saben es que luego de eso irán a una reunión con un gerente de ventas que tiene 50 años y 30 de experiencia… ¿qué crees que va a pasar? No le van a creer. En el mundo del coaching, aunque tengas el conocimiento, si tu imagen no transmite experiencia será muy complicado lograr clientes. Esa ha sido mi experiencia en el mundo de los negocios”, apunta.
Coach de vida: cuestión de congruencia
Pocas ocupaciones tienen un título tan grandilocuente como el de “life coach”. A simple vista es difícil calcular la extensión de tal pompa… ¿habrá que ser perfecto para ser un life coach? Como la duda tal vez asalte a un potencial coachee, decido hacerle la pregunta a Marian Sassano, directora de SamaiSuti Coaching. “Al principio fue muy incómodo porque hay muchos juicios, sobre todo de quienes han conocido mi vida. Dicen que lo más desafiante es hacerle coaching a la familia y a los amigos porque ellos conocen tu lado oscuro, es decir, saben que tú también eres un ser humano. Es ahí cuando explico que no se trata de perfección, lo importante es la congruencia, que seamos personas íntegras”.
Una serie de experiencias traumáticas –el suicidio de un ser querido; una operación estética que casi le cuesta la vida; el quiebre de su empresa de diseño; y dos divorcios- forman parte de ese “lado oscuro” al que hace referencia. “Esas experiencias me llevaron a iniciar un proceso interno de desarrollo personal. A medida que iba internalizando esos aprendizajes comprendí que los momentos en que más pequeña y vulnerable me sentía, era donde encontraba mi mayor capacidad de expansión y fortaleza. Sentí que no podía quedarme con ese conocimiento, tenía que compartirlo con otros. Muchas personas saben todas las pruebas por las que he pasado y hoy me ven brillar”.

Sassano cuenta con 10 años de experiencia y se formó en Chile como life coach, conferencista, consultora y facilitadora en workshops para el desarrollo del ser humano. “El objetivo del coaching de vida es acompañar a la persona por un período determinado para que descubra sus fortalezas, sus talentos y su propósito. Yo no soy del tipo de coach que cree en acompañar a la gente toda la vida, yo les doy las herramientas y los acompaño hasta la puerta, pero son ellos quienes tienen que cruzar ese umbral y seguir adelante. Es importante no generar una muleta, ese sería un mal resultado. ¿Qué hace el coach? Sacar de ti lo que tú no puedes ver a través del uso de preguntas poderosas”.
Aclara que la condición indispensable de todo coachee es tener la disposición para hacer los cambios. “Siempre les digo que las pequeñas acciones pueden generar un cambio de hábito. La mayoría viene por un problema puntual, en su vida personal o en su trabajo. Creo que el auge del life coaching se debe a que la vida se ha vuelto más compleja, nos piden resultados más inmediatos. El coach te apoya a que aceleres el proceso porque te ayuda a formular las preguntas clave… si la persona no conoce las preguntas, el desafío de encontrar las respuestas será mayor”.
Típicamente, el trabajo con un coach de vida se organiza en torno a sesiones semanales que duran entre dos y tres meses. “El coach de vida trabaja desde el presente hacia el futuro. Muchos coachees me han dicho en algún momento que les encanta esta terapia del coaching… yo les explico que el coaching no es una terapia, aunque sí hay cosas que se sanan rápidamente producto del coaching. Cuando noto problemas más profundos les recomiendo que consulten a un psicólogo. Ahí está la responsabilidad, se trata de un ser humano”.
Sassano señala que es importante que no exista un proceso de dependencia. “Al principio necesitan mucha motivación; el progreso real se comienza a ver cuando la persona se convierte en su mejor amigo: se conoce, se comprende, se ama, se valora, se motiva, se evalúa. Ahí dejan de necesitar al coach”. Sostiene que desde el punto de vista del coach, es un error trabajar con base a expectativas, ya que estas pueden ser o muy altas o erradas. “El coachee no debe tener la expectativa de que el coach va a cambiarle la vida; por eso trabajo con base a objetivos concretos, ya que la persona se responsabiliza de los cambios que debe hacer para lograr sus metas”.
¿Qué necesito: un psicólogo o un life coach?
Partamos de la precisión: “La diferencia entre la psicología y el coaching es que este último es un método que busca la facilitación de procesos para la definición de objetivos, construcción de estrategias y su localización para el logro de estos objetivos. Tiene un método y herramientas específicas. La psicología trabaja con el sufrimiento emocional de la persona para ayudarla a comprender qué le pasa desde el punto de vista psicoterapéutico. El enfoque es alcanzar el conocimiento propio para lograr una unidad interior entre lo que pensamos, lo que decimos, lo que sentimos y lo que hacemos. Esa armonía o unicidad va a darle a la persona la estabilidad para enfrentar las circunstancias de la vida. La psicoterapia busca sanar los elementos en conflicto que pueda haber en la persona”, explica la psicólogo clínico y psicoterapeuta María Fernanda De Castro.

Aunque no cuestionan la utilidad de las herramientas metodológicas del coaching, los profesionales de la psicología han advertido sobre los riesgos potenciales del life coaching, partiendo del hecho de que no se requiere de ninguna acreditación para ejercer. “El life coach no necesariamente debe tener formación como psicólogo, pero sí debe ser una persona honesta, sensible, paciente, bien preparada para manejar las herramientas que tiene a su disposición y lograr identificar cuáles son los límites de su trabajo. Hay mucha gente preparándose para ser coach, el riesgo que yo veo es justamente que pueda haber una persona que, por no perder el cliente, se extralimite y caiga en una mala praxis. No tengo conocimiento de que eso haya ocurrido, conozco más bien casos de muchas personas que trabajan con coaches y han logrado resultados exitosos”, argumenta De Castro, quien cuenta además con un diplomado en coaching.
De Castro apunta que la escogencia de un coach de vida debe comenzar por la solicitud de referencias personales que refrenden la forma de trabajar. La empatía es otro indicador a buscar, ya que la confianza será indispensable para el éxito entre coach y cliente.
Un factor que podría explicar el auge del coaching, es que el estigma social atribuido a admitir públicamente que se asiste al psicólogo, contrasta con el glamour asociado a tener un life coach. “Yo noto que actualmente la gente tiene una apertura mayor a acudir al psicólogo, tal y como consulta a un dentista o a su cardiólogo. No necesariamente piensan que están enfermos, sino que perciben que hay situaciones en su vida que requieren de ayuda para ser resueltas. No obstante, sí creo que el factor moda ha influido en el crecimiento del coaching, ese tema es delicado porque puede ser que la gente no entienda que el coaching se toma por un período limitado en el cual se trabaja un objetivo específico, y dé paso a una muleta que impida que la persona alcance su independencia y autonomía”.
Partiendo de una proyección de la Organización Mundial de la Salud que predice que para el año 2020, la depresión será la segunda causa de discapacidad, hay razones para dudar de que el auge del life coaching obedezca solo a una moda. “Respondo desde como yo veo este momento en la Humanidad: creo que estamos frente a un cambio profundo, pese al progreso, en ningún lugar del mundo se puede decir que se viva en completa paz; hay un proceso de búsqueda de armonía interior para encontrar la felicidad, la paz y el bienestar. Pienso que esa proliferación de coaches se suma a la abundancia de material de apoyo de tipo espiritual. Las personas están tratando de encontrarse consigo mismas, encontrarse con lo que pueda darles paz y tranquilidad. Yo lo llamo armonía, que es la unicidad consigo mismo. No creo que se trate de una tendencia aislada; hay muchas prácticas similares que llevan a esa búsqueda”.
– ¿Y cuándo nos perdimos? “Creo que nunca nos hemos encontrado en profundidad. Hemos transitado nuestra evolución psíquica por niveles. Para mí, la Humanidad está ahora en el momento del recorrido más próximo a su madurez. Siento que este es un momento maravilloso porque nos estamos atreviendo a realizar ese proceso de búsqueda de unicidad, de armonía”.
Con la plena consciencia de que la mediocridad no se limita al desempeño laboral, quizás las próximas generaciones escucharán una versión diferente de la vieja admonición, algo así como: «Ya que estás vivo, procura vivir de la mejor manera posible».