El progresivo deterioro económico hizo de 2014 y 2015 años récord en protestas sociales que sirvieron de antesala a “la protesta perfecta”: las elecciones parlamentarias. Ángel Oropeza, psicólogo social, asevera que la falta de liderazgo de Nicolás Maduro y la crisis económica marcarán el fin del populismo. Por su parte, el sociólogo Luis Pedro España suma otro pronóstico que contrasta con las promesas y manipulaciones preelectorales del gobierno: “El próximo año habrá un montón de huérfanos económicos: menos ayudas, menos subsidios”
Por Gitanjali Wolfermann @GitiW
Podrán ofrecer villas y castillas –o para ser más exacto, alcanzar la meta de 1.000.000 de viviendas antes de finalizar el año-, pero sin dinero, lo más probable es que muchos desilusionados terminen coreando los versos de Yandar y Yostin: “Te pintaron pajaritos en el aire”. La realidad política venezolana de los últimos 15 años ha quedado reducida a un triste reguetón.
Para usar términos afines al Gobierno, nadie discute que las condiciones objetivas para un estallido social a gran escala estén presentes en el país: empobrecimiento, escasez, desabastecimiento, colapso de los servicios públicos e inseguridad personal y jurídica. No obstante, en lugar de un macro estallido, lo evidenciado a lo largo de los últimos dos años ha sido un cúmulo de protestas pequeñas que en promedio suman unas 35 manifestaciones diarias en todo el territorio nacional.
La cifra del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social, solo para el primer semestre de 2014, evidenció un incremento de 278% en relación con las protestas registradas durante todo el 2013. Estos datos dan fe de una sociedad que está lejos de definirse como apática o desconectada de los problemas del país, como muchos han querido interpretar la ausencia de un macro estallido, argumenta Ángel Oropeza, psicólogo social.
“No ha habido un gran estallido porque todos los días hay micro protestas que actúan como válvulas de escape para el descontento”, señala Oropeza. Argumenta que la fragmentación de las manifestaciones se debe a la presencia de varios factores que fungen como mecanismos de disuasión para protestas colectivas de mayor escala.
El más importante de tales mecanismos, explica el psicólogo social, es la llamada “brecha de confianza”, que es un indicador que mide la diferencia entre la percepción negativa que se tiene del país, en relación con la propia percepción de bienestar. “Hay una diferencia de 10 puntos entre la valoración negativa del país y la evaluación de la propia situación. El venezolano, bien sea por su optimismo estructural o por su capacidad de trabajo, aún siente que su situación no es tan mala como la del país, o dicho de otro modo, que podría estar peor. Este razonamiento lo aleja de comportamientos colectivos radicales”, sostiene Oropeza.
Visto de otro modo, esa brecha entre la realidad colectiva y la personal se manifiesta en ese fenómeno de “no se consigue, pero yo sí lo tengo”, asociado a los productos que escasean en los canales de compra regulares. Esta situación, aparentemente contradictoria, la ha explicado el presidente de Datanálisis en varias ocasiones: mientras que la medición indica que la escasez en los establecimientos formales sobrepasa 71%, la escasez de los mismos productos en las despensas está alrededor de 25%.
Otro factor que aleja a la sociedad de macro estallidos violentos es la represión directa e indirecta del Estado, aplicada durante las protestas de 2014. A esto se suma que en zonas populares, los colectivos funcionan en muchos casos como castradores de las protestas políticas, no así de las protestas sociales que diariamente se registran por problemas de agua, luz, vivienda, empleo, transporte e inseguridad.
“Aunque este tipo de protestas no implica una ruptura con el gobierno, sí hay razones para prever que la suma de factores como la falta de liderazgo del presidente y la crisis económica marcarán el fin del populismo, lo que augura cambios políticos inminentes”, apunta Oropeza.
“Índice 27 de febrero”
“Como no hay indicios de que el gobierno vaya a cambiar su modelo económico, es previsible que todos los indicadores se agraven en 2016”, sostiene Oscar Meza, director del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros. En efecto, varios economistas han advertido acerca de las consecuencias que traerá el endurecimiento de los controles que anunció Maduro la semana pasada, cuya aplicación recaerá en manos del vicepresidente.
Meza afirma que el indicador económico más tangible para 40% de los venezolanos que devenga salario mínimo, es el poder de compra. La pretensión del gobierno de ocultar la devastación de una inflación fuera de control, es tan inútil como negar que hace calor escondiendo el termostato. Sabemos que estamos pasando hambre tanto como sabemos que estamos sudando. Nadie discute que conocer el dato exacto en torno a la inflación es importante, de hecho, la ONG Transparencia Venezuela encontró que ese es justamente el dato que más perturba a los venezolanos, pero de allí a pretender que al ocultarlo no veremos los efectos es ridículo.
Ya el FMI anunció su pronóstico para 2016 el cual nos deja con una inflación de 3 dígitos. El estudio de este panorama social y político llevó al director del Cendas-FVM a acuñar en su tesis doctoral el término “Índice 27 de febrero”, que designa el indicador que resulta al medir las variables sociales, económicas y políticas que revelan el grado de malestar social en un país y la posibilidad de estallidos violentos.
De acuerdo con el modelo propuesto por Meza, el índice de Venezuela es 10 veces superior al de Colombia, lo que confirma el alto malestar social. “Hoy las condiciones son peores que en 1989 porque entonces la escasez no era un factor relevante”, argumenta Meza, quien sin embargo descarta un estallido violento ya que asegura que hay una diferencia sustancial entre la sociedad venezolana de hace 25 años y la actual: “Esta no ve la violencia como una opción legítima para lograr cambios, como sí la vieron los que ahora están en el poder”.
Lealtades en movimiento
La repentina deserción del fiscal Franklin Nieves deja al menos una certeza: la huida del chavismo no es una metáfora, es una realidad que buscan materializar… como sea, numerosos sectores sociales y políticos que hasta hace poco eran afectos al gobierno. Ese “como sea” los tiene aterrados: las encuestas indican que la búsqueda de cambio pasar por votar por la oposición.
La reducción de los ingresos petroleros ha dejado al chavismo con una innegable disminución del gasto público en el peor momento político posible. Sin embargo, muchos se preguntan qué pasará más allá de las elecciones. Frente a este contexto, el sociólogo Luis Pedro España hace un pronóstico: “El próximo año habrá un montón de huérfanos económicos: menos ayudas, menos subsidios”.
España asegura que este año se desmontará el discurso de gran parte de la oposición que piensa que el gobierno siempre gana, independientemente de las circunstancias. La clave: las encuestas demuestran que la falta de liderazgo de Maduro ha sido un factor determinante. “1/3 de los que hoy se manifiestan a favor de un cambio político vienen del chavismo. Se les acabó ese 60% automático que les heredó Chávez. Lo único claro a nivel político de cara a las parlamentarias es la huida del chavismo”. A la orfandad económica, parece, se suma la política.
La imposibilidad ideológica para corregir la debacle económica y la falta de liderazgo del presidente, son ingredientes para un 2016 signado por la ingobernabilidad, que es un fenómeno que ocurre cuando un gobierno pierde el control de los procesos sociales, económicos y políticos, explica Oropeza.
Según el psicólogo social, el descontrol económico patentizado en una inflación desbordada; en un dólar paralelo en alza sostenida; en las múltiples protestas diarias y a la merma de la base chavista, resultarán en una clara migración de lealtades.
“Como sociedad, el fenómeno más interesante que estamos viendo es la despolarización: la otrora división política entre chavistas y opositores está mutando a víctimas de la crisis y beneficiarios de esta. Esto sucede porque ambos sectores coinciden en las mismas colas, enfrentan la misma escasez e inseguridad”, argumenta Oropeza.
Si bien todo indica que las elecciones parlamentarias se erigen como “la protesta perfecta”, España señala que los procesos electorales deben ser vistos como puntos de inicio más que como puertos de llegada. “De ganar la oposición, debe comenzar un proceso de reacomodos, alianzas y acuerdos sociales que permitan la reconstrucción de la Asamblea como institución, más allá del afán por permanecer en el poder”. Ganar la Asamblea, queda claro, no es un fin en sí mismo, sino el inicio de un largo camino para recuperar la institucionalidad en el país.
Alcanzar la meta de viviendas “como sea”
El uso del “como sea” por parte del gobierno ha prendido algunas alarmas. Su empleo más reciente fue en relación a la construcción de las viviendas remanentes para alcanzar la meta de 1.000.000 de hogares. No obstante, un dato de la Cámara Inmobiliaria de Venezuela podría dar luces acerca de cómo llegarían a tal meta: en 2014, solo 1/3 de las viviendas de la GMVV fueron nuevas. De acuerdo con estimaciones de la Cámara, de las casi 90.000 viviendas contabilizadas ese año en el balance de la Gran Misión Vivienda Venezuela, solo 30.000 eran nuevas, mientras que 60.000 eran reacondicionadas o remozadas.
A finales de octubre del año pasado las cifras oficiales daban cuenta de casi 90.000 “viviendas entregadas”, lo que no significa que se tratase de construcciones nuevas. “Desde 2011, el Banco Central de Venezuela da un número consolidado de construcción de viviendas, es decir, no hay discriminación en función de cuántas unidades provienen del sector público o del privado, ni de cuáles proceden de los programas de remozamiento como los planes de sustitución de rancho por casa o del programa Barrio Tricolor”, apunta Aquiles Martini Pietri, presidente del gremio.
Argumenta Martini Pietri que obligatoriamente, el dato de la producción de viviendas hay que cruzarlo con los indicadores de la producción nacional de materia prima: la de acero cayó 13,3% en 2014 con relación al año anterior, según el presidente del Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Siderúrgica y sus Similares; cabe destacar que la industria en 2008 producía a 76% de su capacidad y actualmente lo hace a 30%.
Caso similar ocurre con la industria cementera nacional, que pese a tener la capacidad para producir 9.000.000 de toneladas métricas, hoy solo produce la mitad, según señaló el representante de la Alianza de Trabajadores Cementeros, Orlando Chirinos.
“Aun teniendo el control de las materias primas, este es el gobierno que menos viviendas ha construido, ya que el déficit pasó de 1.200.000 unidades en 1999 a 2.750.000 en 2014. El sector inmobiliario privado lleva 18 trimestres en caída sostenida: pasamos de construir más de 80.000 viviendas en 2009 a menos de 20.000 este año”, sostiene Martini Pietri.
Los datos de la Cámara Inmobiliaria de Venezuela revelan que las promesas incumplidas del Gobierno en materia de vivienda no son cosa novedosa, y eso que las promesas se realizaron durante la mayor bonanza petrolera de nuestra historia. Ahora, sin real, hay más razones para creer que esas promesas se quedarán en el aire.