La pasión de Inés Quintero la ha llevado a viajar a las entrañas de la Historia. Las travesías de la historiadora venezolana comienzan en la entrada de cada biblioteca: esas puertas de embarque a todos los destinos imaginables
Gitanjali Wolfermann @GitiW
El gran viaje de la historiadora venezolana Inés Quintero, en realidad, son muchos viajes. Las bibliotecas, esas “ciudades de libros” como las llamó Jorge Luis Borges en su Poema de los dones, son recintos que contienen, en sí, todos los destinos posibles. “Son sitios inagotables, vivos y en crecimiento permanente”, refiere Quintero.
“Para un historiador la investigación es un vicio, un placer, un frenesí. Cuando me conecto con un tema no es un trabajo ni una tarea, es un viaje que me apasiona y por eso me involucro”, describe la autora de El fabricante de peinetas, relato que recoge el último romance de María Antonia Bolívar, y cuya investigación requirió años de arduas pesquisas.
Sentadas en el café de la plaza Los Palos Grandes, Quintero se reclina en su silla y rememora la primera gran biblioteca que visitó, la del Congreso de Estados Unidos, fundada en 1800 y ubicada en Washington DC. En 1992, comenzando su carrera de investigación, obtuvo la beca Fulbright que le permitió trabajar durante 6 meses en la División Hispánica de la biblioteca.
“Toda investigación académica tiene un techo: cuando el libro o documento no está. Eso no ocurre en esta biblioteca porque los libros siempre están disponibles, y cuando no los tienen, los ubican y te los traen desde cualquier parte del mundo. Estar allí significó estar al alcance de toda la investigación planetaria. Es como pudo haber sido la antigua biblioteca de Alejandría”.
La monumentalidad de la biblioteca del Congreso estadounidense se evidencia en datos: su colección tiene más de 158 millones de ítems, entre los que están más de 36,8 millones de libros en 470 idiomas; 68,9 millones de manuscritos; la colección de libros raros más grande de Estados Unidos –más de 700.000 piezas-, que incluye una de las tres copias en perfecto estado de la Biblia de Gutenberg.
“Yo estuve en la División Hispánica, que es una sala muy cálida, pero cada día podía escoger en cuál sala sentarme a trabajar y me llevaban los libros hasta esa área, así disfruté de los distintos ambientes. La sección de libros raros es estremecedora. Imagínate ver las ediciones príncipe de cronistas de Indias como Juan de Castellanos. Es como entrar en una burbuja de tiempo”.
Quienes visiten Washington, apunta Quintero, se deben una visita a la biblioteca del Congreso porque es un edificio maravilloso y un destino turístico fascinante, no solo para investigadores.
Newton y Darwin como compañeros de viaje
En 2003 la historiadora tuvo la oportunidad de investigar durante 9 meses en la biblioteca Bodleiana –principal biblioteca de la Universidad de Oxford, Inglaterra-. Abierta al público desde 1602, es la más antigua prestando servicios ininterrumpidos. Su colección abarca más de 11 millones de libros y documentos impresos, y según su página web, cada 21 segundos alguien pide prestado uno de sus libros.
“Cada biblioteca es una mini ciudad: tiene sus propios códigos y hay que aprender a transitarla. Uno de los mayores placeres de viajar es pasear y perderse; yo con mucha frecuencia me topé con salas que no sabía que existían y así la fui descubriendo, pero lo más increíble era saber que por esas salas, a lo largo de 400 años, pasearon figuras como Newton, Halley y Darwin, por nombrar unas pocas”.
Quintero habla largo rato sobre la incomparable belleza de la bóveda de la Sala de Arte y al final admite, con picardía, que era una suerte que la biblioteca tuviera un horario de cierre; intuye que se hubiera quedado el día completo entre sus libros, de haber podido.
“Oxford es una ciudad cuyos principales atractivos tienen que ver con el conocimiento. Al terminar mi jornada, tenía una hermosa ciudad que recorrer. Era una combinación perfecta”.
Refiere Quintero que sus viajes siempre la llevan a conocer dos lugares en cada ciudad que visita: la biblioteca y el mercado público. Asegura que del primero disfruta en silencio de un viaje al pasado; en el segundo, se conecta con lo más bullicioso del presente: qué come, qué viste, de qué habla la gente hoy, ahora. El balance pareciera ser no solo lógico, sino necesario.
Sevilla, antes y después de las 4 p.m.
El Archivo General de Indias es el hogar de más de 43.000 legajos ubicados en ocho kilómetros lineales de estantería, y de más de 80 millones de páginas de documentos originales que registran tres siglos de historia de un continente.

“Visitar el Archivo es entrar en un túnel del tiempo. Allí realicé parte de mi investigación para el libro de María Antonia Bolívar: leí sus cartas. Es indescriptible el valor de documentos escritos de puño y letra. Ese contacto personal produce una emoción muy grande”.
Ningún gran viaje estaría completo sin un gran descubrimiento. “En una de mis investigaciones pedí un legajo y encontré un sello de la Real Cédula. Era una pieza que no estaba catalogada y que seguramente llevaba siglos sin ser vista. Igualmente encontré un pasquín original escrito a mano, en lápiz, por un esclavo que pedía su libertad”.
“Son emociones que no esperas pero que al encontrarlas, representan un contacto directo con la historia. Siempre voy dispuesta a descubrir”.
Como los mueve la misma pasión, es lógico que coincidan en sus destinos preferidos. Quintero recuerda con afecto las figuras con las que ha coincidido en las bibliotecas que ha visitado. “En el Archivo de Indias vi trabajar al hispanista inglés John Elliott. Fue muy emocionante”.
Eso así, aclara que las socializaciones no se llevan a cabo antes de las 4 p.m., después de todo, en la biblioteca cada investigador está en su propio viaje. “El Archivo lo cierran a las 4 de la tarde y Sevilla comienza a vivir después de esa hora”, afirma sonriente Quintero.
Esa vida sevillana que bulle al caer la tarde incluye experimentar la variada gastronomía local en incontables restaurantes; visitar hermosas basílicas; museos y teatros. Si se visita en Semana Santa, durante la Feria de abril o en Navidad, las alternativas de entretenimiento se multiplican.
El próximo viaje
Suspira y es evidente que la lista es larga, pero la selección dependerá de la investigación que esté realizando. Quintero habla con emoción de su descubrimiento más reciente: la biblioteca de Vasconcelos, en Ciudad de México. Inaugurada en 2006, posee una colección de más de 580.000 obras, y la edificación está catalogada entre las 10 bibliotecas más modernas del mundo.
“A diferencia de otras bibliotecas, de la Vasconcelos tiene estanterías abiertas, para que sus visitantes caminen entre los libros”. La estructura, compuesta por unas bóvedas transparentes que parecen flotar en una superposición infinita, es ciertamente sobrecogedora. Es el mismo Paraíso que se figuró Borges, pero en versión Matrix.
La historiadora, que cuenta con más de 8 libros en su haber, tiene claro qué tesoros quisiera encontrar en su próxima travesía. “Para mí, el tema de la correspondencia siempre ha sido muy grato de leer. Encontrar por ejemplo el diario de María Antonia Bolívar sería muy especial; me gustaría leer las palabras que yo imagino que pudo haber escrito. Son documentos ajenos a la relevancia del perfil público de la persona, narraciones que hablan del quehacer diario, de lo doméstico, de la historia de todos los días”.
Sonríe –Inés Quintero es pródiga en sonrisas-, y agrega que “en todas las ciudades, hay una biblioteca que nos está esperando”. Se cumplió aquello de cuando las cosas son verdad, porque ahí donde estábamos, sin ir muy lejos, nos encontrábamos bajo la sombra de una.